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AcidReport

Bugonia, o la imposibilidad de distinguir al loco del monstruo

AcidReport – CINE – Bugonia, o la imposibilidad de distinguir al loco del monstruo

POR

Gabriel Schwarb

1 diciembre 2025
Bugonia, o la imposibilidad de distinguir al loco del monstruo

Ilustración: ©2025 Gabriel Schwarb

Lectura estimada: 7 minutos ·

SÍNTESIS INICIAL

En 2 minutos, Bugonia plantea una pregunta incómoda que el cine estadounidense rara vez formula con honestidad; qué ocurre cuando el paranoico tiene razón y el monstruo corporativo resulta ser exactamente lo que parecía. Este texto analiza cómo Yorgos Lanthimos construye un duelo entre dos figuras especulares, el conspirador marginal y la CEO farmacéutica, para exponer un sistema donde la locura y la racionalidad depredadora se han vuelto indistinguibles. Examina la interpretación de Emma Stone como encarnación del cinismo corporativo contemporáneo y la de Jesse Plemons como producto terminal de la desconfianza institucional. Si solo puedes leer esto, quédate con esto; Bugonia no es una película sobre extraterrestres, sino sobre la imposibilidad de confiar en cualquier versión de la realidad cuando todas las instituciones han demostrado ser hostiles.

El cuarto largometraje de la colaboración entre Lanthimos y Stone llega en un momento donde la frontera entre el delirio conspirativo y el análisis estructural del poder se ha vuelto peligrosamente porosa. Teddy, el apicultor que secuestra a una CEO convencido de que es una alienígena, no es simplemente un lunático; es el resultado lógico de décadas de mentiras farmacéuticas, crisis de opioides y captura regulatoria. La película se niega a ofrecer la comodidad de un villano claro.

Tabla de Contenido

Toggle
  • El monstruo y su espejo
  • Teddy, producto terminado del neoliberalismo
  • La duplicidad como lengua materna
  • La ambigüedad como posición política
  • Conclusión
  • Fuentes

El monstruo y su espejo

Michelle Fuller dirige Auxolith, una corporación farmacéutica cuya estética visual en el film replica con precisión quirúrgica el lenguaje de las empresas que prometieron curar mientras generaban epidemias de adicción. Stone interpreta a esta ejecutiva con una frialdad que trasciende la caricatura; su Michelle no es malvada en el sentido convencional del término, sino que ha interiorizado tan completamente la lógica del capital que cualquier vestigio de humanidad funciona exclusivamente como herramienta de gestión. Cuando habla de “impacto social” o “comunidades”, el espectador reconoce inmediatamente el dialecto corporativo contemporáneo, ese idioma diseñado para sonar empático mientras ejecuta decisiones que destruyen vidas.

Lanthimos filma a Stone desde ángulos elevados que evocan deliberadamente a Renée Falconetti en La pasión de Juana de Arco. La elección resulta provocadora; utilizar el lenguaje visual de la mártir perseguida para una CEO farmacéutica constituye una declaración sobre cómo el poder ha aprendido a apropiarse incluso de la iconografía del sufrimiento. Michelle se presenta como víctima cuando le conviene, como líder visionaria cuando el contexto lo requiere, como ser humano vulnerable cuando necesita manipular. La actuación de Stone captura esa fluidez moral con una precisión que incomoda precisamente porque resulta reconocible. Todos hemos visto esas entrevistas donde ejecutivos responsables de catástrofes sanitarias hablan de sus familias y sus mascotas.

Frente a ella, Teddy emerge como su imagen invertida. Jesse Plemons construye un personaje cuya paranoia resulta simultáneamente patética y profética. Su granja deteriorada, sus teorías sobre los “Andromedanos” que exterminan abejas y someten a la humanidad, su convicción de que la élite corporativa pertenece literalmente a otra especie; todo esto funcionaría como sátira del conspiracionismo si el film no se encargara de demostrar que sus intuiciones básicas sobre el funcionamiento del poder son esencialmente correctas.

“La paranoia es simplemente tener toda la información”,
– William S. Burroughs -, décadas antes de que internet convirtiera esa frase en profecía. Bugonia opera en el territorio donde la hipervigilancia delirante y el análisis lúcido del capitalismo tardío se han vuelto indistinguibles.

Teddy, producto terminado del neoliberalismo

El guion de Will Tracy, responsable también de The Menu y varios episodios de Succession, demuestra una comprensión aguda de cómo el sistema genera sus propios anticuerpos disfuncionales. Teddy no llegó a sus conclusiones sobre los “Andromedanos” por ignorancia o estupidez; llegó porque aplicó un escepticismo radical a instituciones que efectivamente habían mentido, manipulado y priorizado beneficios sobre vidas humanas. Su error no fue desconfiar, sino traducir esa desconfianza legítima a un marco narrativo que le permitiera procesar el horror sin volverse completamente disfuncional.

La película sitúa su acción en un espacio deliberadamente ahistórico. No hay referencias al gobierno actual, a eventos políticos específicos, a nada que ancle la trama en un momento particular. Tracy ha explicado que esta decisión buscaba capturar una atmósfera más que un período, y el resultado funciona; Bugonia se siente como el presente perpetuo del capitalismo tardío, ese tiempo suspendido donde las crisis se normalizan y la indignación se metaboliza en contenido. Teddy consume podcasts conspiranoicos no porque sea particularmente crédulo, sino porque esos espacios son los únicos que validan su intuición fundamental de que algo anda estructuralmente mal.

DATO CLAVE:
La crisis de opioides en Estados Unidos, impulsada por farmacéuticas como Purdue Pharma, causó más de 500.000 muertes entre 1999 y 2020 según los CDC. Los ejecutivos responsables enfrentaron consecuencias penales mínimas mientras las comunidades afectadas recibieron acuerdos compensatorios que representaron fracciones de las ganancias generadas.

Plemons interpreta a Teddy con un compromiso físico que resulta casi doloroso de observar. Sudoroso, sucio, vibrando con una intensidad que oscila entre lo mesiánico y lo patético, su personaje encarna la tragedia de una generación que descubrió que las instituciones eran hostiles pero careció de los marcos colectivos para canalizar esa comprensión hacia algo que no fuera autodestrucción. La película sugiere que Teddy podría haber sido otra cosa en otro contexto; su inteligencia es evidente, su capacidad de análisis real, su indignación fundamentada. Pero el colapso de cualquier horizonte político viable lo dejó con teorías sobre alienígenas como única estructura disponible para organizar su rabia.

La duplicidad como lengua materna

Stone ha construido una carrera interpretando personajes cuya empatía resultaba inmediatamente legible. Su trabajo en Bugonia invierte esa dinámica con resultados devastadores. Michelle Fuller es perfectamente capaz de simular empatía, vulnerabilidad, conexión humana; de hecho, esas simulaciones constituyen herramientas centrales de su arsenal ejecutivo. Cuando negocia con sus captores, cuando intenta manipular a Don, el primo neurodivergente de Teddy interpretado por el debutante Aidan Delbis, cada gesto “humano” funciona como táctica. La actuación de Stone consiste precisamente en hacer visible esa instrumentalización sin convertirla en parodia.

El film dedica tiempo considerable a mostrar los regímenes de vida paralelos de víctima y victimario antes del secuestro. Michelle entrena artes marciales en su mansión minimalista; Teddy y Don ensayan procedimientos de captura en su granja decrépita. Lanthimos filma ambas preparaciones con idéntica distancia, negándose a privilegiar una perspectiva sobre otra. La violencia que vendrá está siendo coreografiada por ambas partes, aunque con recursos radicalmente asimétricos. Michelle cuenta con abogados, sistemas de seguridad, redes de influencia; Teddy cuenta con crema antihistamínica para bloquear supuestas señales alienígenas y la ayuda de su primo.

Esa asimetría material coexiste con una simetría más profunda que el film explora sin resolver. Tanto Michelle como Teddy operan desde la convicción absoluta de que el otro representa una amenaza existencial. Ambos están dispuestos a recurrir a la violencia para neutralizar esa amenaza. Ambos se consideran defensores de algo más grande que ellos mismos; Michelle de un orden que funciona, que genera empleo y progreso aunque exija sacrificios; Teddy de una humanidad literal que estaría siendo exterminada por parásitos corporativos. La película se niega a arbitrar entre estas posiciones, lo cual ha irritado a críticos que esperaban una toma de postura más clara.

La ambigüedad como posición política

Varios análisis han reprochado a Bugonia un nihilismo que encontrarían cómodo, una actitud de “todo está podrido” que evita el trabajo más difícil de proponer alternativas. La crítica tiene cierta validez; es más fácil señalar que el sistema es monstruoso que articular cómo podría ser diferente. Pero reducir la película a cinismo perezoso implica ignorar lo que su ambigüedad estructural logra exponer. Lanthimos no equivale moralmente a Teddy y Michelle; lo que hace es más incómodo. Demuestra que el sistema produce simultáneamente a ambos, que la CEO depredadora y el conspirador violento son outputs del mismo proceso.

El capitalismo farmacéutico necesita ejecutivos capaces de tomar decisiones que priorizan ganancias sobre vidas sin experimentar eso como crueldad. También necesita, para estabilizarse, que la oposición a esas decisiones se canalice hacia formas políticamente neutralizables; consumo de contenido conspirativo, violencia individual desconectada de cualquier proyecto colectivo, paranoia que aísla en lugar de organizar. Teddy cumple perfectamente esa función sistémica incluso mientras cree estar combatiendo el sistema. Su secuestro de Michelle no amenaza a Auxolith; si acaso, le proporciona una narrativa de victimización que reforzará su imagen pública.

“El problema no es que la gente sea estúpida”, observó Fredric Jameson sobre las teorías conspirativas. “El problema es que está tratando de mapear cognitivamente un sistema que excede su capacidad de representación.” Teddy es exactamente eso; alguien que percibe correctamente la hostilidad del sistema pero carece de herramientas para representarla sin recurrir a extraterrestres.

Conclusión

Bugonia funciona como diagnóstico más que como prescripción, y quizás eso sea suficiente en un momento donde la mayoría del cine comercial ni siquiera logra formular las preguntas correctas. Lanthimos ha construido un artefacto que expone la lógica interna de nuestro presente sin ofrecer el consuelo de un villano exterminable o una solución disponible. Stone y Plemons entregan interpretaciones que permanecen porque capturan algo verdadero sobre cómo el poder se ejerce y cómo la resistencia a ese poder se neutraliza. El film no celebra a Teddy ni redime a Michelle; los presenta como lo que son, productos de un sistema diseñado para hacer imposible distinguir la locura de la lucidez…

G.S.

Fuentes

  • Bugonia, Wikipedia, noviembre 2025
  • Reseña de Bugonia, Variety, agosto 2025
  • Reseña de Bugonia, Roger Ebert, octubre 2025
  • Reseña de Bugonia, Consequence, octubre 2025
  • Drug Overdose Deaths in the U.S., CDC, 2023
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Fundador y Editor en Jefe

Escritor suizo-colombiano, estratega en comunicación y narrativa, y Fundador y Editor en Jefe del medio independiente AcidReport. Escribe desde la frontera entre la memoria y el cansancio, sin pertenecer a ningún aparato, sin pedir permiso. No busca fama ni redención: busca precisión, contexto, verdad.

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Con una trayectoria de más de dos décadas en el campo visual y narrativo, su trabajo se sitúa en un territorio incómodo para el poder y ajeno al consenso. Publica para no olvidar, para no volverse indiferente, para dejar constancia. Rechaza el optimismo institucional y la neutralidad aparente del periodismo decorativo.

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