El barniz humanitario de una distopía europea
Siempre empieza igual. Una palabra compuesta, una intención noble, una amenaza agitada para sembrar miedo. En este caso, la protección de la infancia contra los abusos en línea. Pero lo que esconde la propuesta europea llamada “ChatControl” es mucho más profundo. No se trata de un debate moral ni de un ajuste técnico. Es un cambio de paradigma. A través de esta ley, la Comisión Europea intenta instaurar un dispositivo de vigilancia masiva automatizada de todas nuestras comunicaciones privadas, ya sea por WhatsApp, Telegram, Signal o cualquier otro servicio de mensajería. Texto, imagen, vídeo, audio: todo sería analizado en el origen, incluso antes de ser enviado. Un software controlado por el Estado escanearía tus mensajes en tiempo real.
Para “nuestra seguridad”, por supuesto. Y cualquiera que se oponga a esta maquinaria es acusado de complicidad con los depredadores sexuales. Sin embargo, este proyecto de ley ya fue rechazado una vez por el Parlamento Europeo, y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró su incompatibilidad con la Carta de Derechos Fundamentales. Pero no fue suficiente. En los pasillos del poder, el Consejo de la Unión Europea, compuesto por los gobiernos nacionales, intenta aprobar el texto en silencio. Desde julio de 2025, bajo la presidencia rotativa de Dinamarca, continúan negociaciones opacas. El canciller alemán Olaf Scholz, que parecía oponerse al proyecto, ahora mantiene una posición incierta tras la formación del nuevo gobierno en mayo de 2025. Francia, España, Italia y Polonia presionan junto con la Comisión Europea.
La vigilancia preventiva como nuevo dogma autoritario
El principio de ChatControl representa una inversión total del derecho. Ya no es la acusación la que debe probar la culpabilidad, sino cada ciudadano quien debe demostrar que no es peligroso. Los mensajes serían escaneados incluso antes de ser cifrados, mediante algoritmos supuestamente neutrales, pero basados en bases de datos opacas. Las falsas alertas son abundantes. Una evaluación de impacto complementaria del Parlamento Europeo demostró que los índices de error son dramáticamente altos, con graves riesgos de identificación errónea. En Irlanda, solo el 20,3% de las alertas recibidas por la policía eran material real de explotación infantil, mientras que el 11,2% eran falsos positivos. No importa. Los promotores del proyecto, encabezados por la comisaria europea Ylva Johansson, prefieren hablar de “detección proactiva”.
El vocabulario del control simplemente cambió de forma. Periodistas de investigación, abogados, médicos, activistas: todos están en la mira. El cifrado de extremo a extremo, último bastión de la intimidad digital, sería destruido por el escaneo del lado del cliente. El ejemplo del Reino Unido, donde una ley similar está desmantelando los protocolos de mensajería segura, demuestra que no se trata de una deriva teórica. Incapaces de regular a los gigantes digitales, los gobiernos optan por volcar su violencia sobre la población. La lógica del Estado policial digital se impone, con el consentimiento silencioso de la mayoría. Bastará una nueva ola de indignación moral para relanzar el proceso. Y a pesar de las afirmaciones de Johansson —quien dice que “Signal ya escanea las comunicaciones cifradas”—, la realidad técnica desmiente esas declaraciones falsas.
Resistencia ciudadana y última ventana de acción
Aún estamos a tiempo. Colectivos como EDRi (European Digital Rights), La Quadrature du Net, epicenter.works y numerosos juristas están alertando, movilizando y organizando la resistencia. Una campaña llamada “Fight ChatControl” permite escribir directamente a los eurodiputados de cada país. El sitio genera un correo personalizado según los argumentos que elijas: privacidad, derechos fundamentales, errores judiciales, seguridad de los denunciantes. Los correos pre-escritos pueden enviarse en menos de dos minutos. El objetivo es claro: que el Parlamento rechace el texto si el Consejo lo devuelve. Según el ex eurodiputado del Partido Pirata alemán, Patrick Breyer, 19 de los 27 Estados miembros apoyan actualmente alguna versión del proyecto.
Suiza, aunque fuera de la UE, también está afectada. Por sus acuerdos con Europol, por la interconexión de plataformas, por la porosidad técnica de las normas. Si la UE logra aprobar este modelo, otros gobiernos seguirán su ejemplo. Australia y Canadá ya lo contemplan. Y las dictaduras del mundo verán en ello la legitimación de su propia vigilancia masiva. No se trata de un debate local, sino de una transición global. Un punto de no retorno. La ventana crítica se cierra. Los Estados miembros deben finalizar sus posiciones en los grupos de trabajo del Consejo antes del 12 de septiembre de 2025, con una posible votación el 14 de octubre. Rechazar ChatControl hoy es impedir la institucionalización global de la vigilancia algorítmica.
El consentimiento de los dominados o la estrategia del shock tecnocrático
Como siempre, las libertades se pierden por consentimiento. El shock moral en torno a la protección infantil se utiliza como palanca de aceptación. Los términos elegidos están cuidadosamente diseñados para no asustar. No se habla de vigilancia, sino de “detección”; no de análisis masivo, sino de “protección proactiva”. Se impone una especie de neolengua tecnocrática. El léxico de la IA, del aprendizaje automático, del escaneo lado cliente. El ciudadano común baja los brazos ante lo técnico. Pero detrás de estas fórmulas neutras se esconde uno de los ataques más frontales contra la privacidad desde el Patriot Act. La misma comisaria Johansson fue acusada de violar el Digital Services Act con una campaña publicitaria de microsegmentación política financiada con dinero público. Una investigación transnacional de medios europeos reveló la estrecha implicación de lobbies tecnológicos y policiales extranjeros en la redacción del texto.
La ley se basa en una ecuación falsa: hacer creer que es posible prevenir crímenes destruyendo la intimidad. Las redes pedocriminales se adaptarán, migrando hacia redes oscuras o protocolos alternativos. No serán ellos los afectados. Serán los periodistas, las minorías políticas, los migrantes, los denunciantes. Sus comunicaciones serán inspeccionadas, bloqueadas y potencialmente transmitidas a las autoridades. Es una herramienta de poder, no de justicia. Una falsa respuesta a un problema real, en favor de una gobernanza algorítmica de las conductas. De forma reveladora, las cuentas gubernamentales y militares estarán exentas de esta intrusión. La ciudadanía, en cambio, será despojada de su privacidad. Esta asimetría revela el carácter puramente político del proyecto.
La guerra de posición europea contra la intimidad
« Lo más triste hoy en día es que la ciencia acumula conocimientos más rápido de lo que la sociedad acumula sabiduría. »
– Isaac Asimov –
Nada es neutral. Ni la técnica, ni el derecho, ni los algoritmos. Esta ley refleja una visión política del mundo: la prevención como sospecha permanente, la transparencia unidireccional, el ciudadano como flujo a vigilar. Rechazar este texto no es defender la impunidad. Es exigir que los crímenes se combatan dentro de un marco democrático, con garantías, con contrapesos, con límites claros. Luchar contra el abuso no justifica convertir cada teléfono en espía. Esta propuesta es parte de una estrategia más amplia. En junio de 2025, la Comisión publicó una “Hoja de ruta para el acceso legal a los datos” que prevé, para 2030, romper el cifrado a gran escala. ChatControl es solo el caballo de Troya de una ofensiva de gran alcance.
En 1948, tras las atrocidades de la guerra, Europa se dotó de una carta de derechos fundamentales para evitar el retorno de los totalitarismos. Lo que está en juego hoy es el abandono silencioso de esa promesa. ChatControl no es una ley contra los monstruos, es una ley contra nosotros. Como advirtió el analista Oliver Laas de la Universidad de Tallin, leyes como ChatControl “preparan el terreno en el presente para una regresión democrática futura”. La tecnología es solo un medio. Lo que está en juego es la propia idea de libertad. Solo queda un obstáculo: que digamos no. El ser humano solo aprende por experiencia brutal. Esta experiencia de vigilancia total no debe llegar a ocurrir…
G.S.
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