Una injerencia diplomática disfrazada de defensa democrática
El 12 de septiembre de 2025, una coalición de 355 diputados europeos aprobó una resolución que condena la “violencia política y el terrorismo” en Colombia. Detrás de esta fachada humanitaria se oculta una operación de injerencia, orquestada por las derechas europeas, que busca deslegitimar al primer gobierno progresista en la historia del país. La maniobra revela un complot transnacional: la oposición colombiana, derrotada en las urnas, activa sus redes institucionales en Europa para reconquistar por la fuerza lo que el pueblo le negó democráticamente.
Esta operación encaja en el patrón histórico de desestabilización de gobiernos de izquierda en América Latina. El caso colombiano no es una excepción, sino la regla: cada intento de autodeterminación popular es inmediatamente respondido con una ofensiva diplomática disfrazada de preocupación humanitaria. Las élites europeas, incapaces de aceptar que sus antiguos dominios se gobiernen por sus propios medios, activan sus engranajes parlamentarios para mantener el control simbólico y material sobre el Sur global. Cada gesto institucional es, en realidad, una reacción a la pérdida de privilegios estructurales. Lo que se presenta como “preocupación internacional” es en realidad una estrategia de restauración de la hegemonía perdida.
El asesinato de Uribe Turbay como pretexto
El asesinato de Miguel Uribe Turbay, senador del Centro Democrático, sirve de excusa perfecta para lanzar esta ofensiva. Muere a manos de un adolescente en un mitin en Bogotá. De inmediato, se activa la maquinaria propagandística. Los grandes medios evocan un “retorno a la violencia política de los años 90”, ignorando que esa violencia fue organizada desde las estructuras paramilitares aliadas de la derecha. Se invierte la carga de la prueba. Los victimarios se visten de víctimas, los aliados de los escuadrones de la muerte se presentan como defensores democráticos.
Esta inversión narrativa no es espontánea. Forma parte de una estrategia preestablecida que transforma cualquier tragedia en munición contra el adversario ideológico. La sincronización entre medios europeos, partidos conservadores y voceros de la oposición colombiana revela un dispositivo mediático perfectamente calibrado. Cada elemento cumple su función en una coreografía de condena moral que oculta las verdaderas responsabilidades históricas de la violencia. Así, el dolor se instrumentaliza, y la verdad se convierte en botín. El asesinato deja de ser una tragedia para transformarse en plataforma de reposicionamiento político de las derechas.
Una internacional conservadora en acción
Tres meses después del crimen, el Parlamento Europeo vota una resolución redactada al ritmo de una estrategia diplomática milimétrica. La ofensiva revela una red de alianzas entre la derecha europea y la oposición colombiana, coordinada con eficacia. El Partido Popular Europeo, liderado por Manfred Weber, encabeza esta campaña. Tras la derrota del Centro Democrático, sus aliados europeos utilizan las instituciones para vengar la pérdida. El Parlamento se convierte en plataforma de reconquista para una burguesía que no tolera la soberanía popular cuando esta le es adversa. La derecha europea funciona como brazo diplomático de la oligarquía colombiana.
El calendario revela una logística precisa, como si se tratara de una operación militar encubierta. Las declaraciones, los votos, las entrevistas y los comunicados se suceden con una coherencia que desmiente cualquier improvisación. Cada paso responde a una lógica de guerra simbólica donde el objetivo es uno solo: erosionar la legitimidad del gobierno progresista y preparar el terreno para su derrota electoral en 2026. No se trata de democracia, sino de restauración oligárquica. La resolución opera como el primer acto de una guerra fría continental, donde los parlamentos actúan como operadores de inteligencia simbólica. Las fronteras ideológicas se diluyen, y lo que queda es una maquinaria global de disciplinamiento político.
El negacionismo histórico como doctrina
La resolución europea se basa en una falsificación escandalosa de la historia reciente de Colombia. Acusa al gobierno Petro de “polarización” e “incitación al odio” mientras ignora los vínculos históricos de la derecha con el terrorismo de Estado. Uribe Vélez, mentor de Uribe Turbay, creó las CONVIVIR, estructuras que alimentaron al paramilitarismo. Su ascenso al poder fue financiado por las Autodefensas Unidas de Colombia. El resultado: una campaña sistemática de exterminio contra la izquierda, respaldada por las élites políticas y narcoparamilitares. Todo eso, la resolución lo omite con un cinismo que bordea el negacionismo.
Esta operación de blanqueamiento no es un error de apreciación, sino una estrategia deliberada. Reescribir la historia reciente permite justificar la ofensiva actual. Si el pasado puede ser limpiado de sus crímenes, el presente puede ser manipulado sin resistencias. Es una estrategia que combina revisionismo histórico con guerra semántica, donde las palabras “democracia”, “terrorismo” y “violencia” son vaciadas de su contenido y puestas al servicio de una agenda reaccionaria. Lo que se impone no es solo un relato, sino una amnesia planificada, funcional a los intereses de una clase históricamente criminal. El silencio europeo ante esta evidencia no es ignorancia, es cómplice selección.
La verdadera estrategia antidrogas de Petro
Mientras la resolución lo acusa de tolerar la violencia, el gobierno Petro implementa la estrategia antidrogas más audaz en décadas: “pago por erradicación voluntaria”, negociaciones de paz, ruptura con el paradigma punitivo. Frente a la masacre de enero de 2025, Petro declara el estado de emergencia y promete la guerra contra el ELN. Por primera vez, un gobierno apunta contra los verdaderos autores de la violencia: las élites mafiosas que se escudan en el Estado. Esa ofensiva desata la furia de los sectores conservadores, que reaccionan movilizando a sus aliados europeos en una campaña de desinformación.
La estrategia de Petro rompe con cuatro décadas de fracasos acumulados por la “guerra contra las drogas”. En lugar de criminalizar a los campesinos, ofrece alternativas económicas. En lugar de militarizar el territorio, promueve justicia social. Esa lógica es intolerable para quienes lucran del conflicto. Por eso, mienten. Por eso, atacan. No se trata de proteger a las víctimas, sino de proteger un modelo que beneficia a las mafias, a los contratistas de guerra, a los especuladores de siempre. Petro, por primera vez, nombra a los verdugos y apunta a la estructura que los sostiene. Su estrategia representa una ruptura profunda con el pasado y una amenaza directa al orden establecido. El modelo prohibicionista agoniza, y Europa no lo tolera.
Europa: santuario diplomático de los criminales de siempre
La Unión Europea se alinea con los herederos de los escuadrones de la muerte. Al condenar al único gobierno que combate en serio las estructuras del crimen organizado, legitima el statu quo oligárquico y violento. La complicidad es estructural: empresas europeas se benefician de la extracción de recursos bajo gobiernos neoliberales corruptos. Petro amenaza ese orden. De ahí la urgencia de deslegitimarlo antes de las elecciones de 2026. La defensa de la democracia se convierte en coartada para una ofensiva contra la verdadera democracia.
Este alineamiento revela la naturaleza de clase de la Unión Europea: no es un proyecto emancipador, sino un instrumento del capital transnacional. Donde hay gobiernos que redistribuyen, se activa la alarma. Donde hay reformas agrarias, se enciende el odio. Donde hay dignidad popular, se dispara la maquinaria diplomática. No se trata de valores, sino de intereses. Y cuando estos se ven amenazados, las instituciones se convierten en herramientas de represión simbólica. Los pasillos de Estrasburgo huelen a miedo disfrazado de legalidad. La hipocresía institucional ya no es un desliz, sino un régimen de funcionamiento. Cada palabra firmada en esa resolución tiene olor a petróleo, sangre y cinismo diplomático.
Una maquinaria neocolonial disfrazada de Parlamento
“Las instituciones internacionales no son neutrales. Son los ejércitos invisibles del orden mundial.”
– Eduardo Galeano –
La resolución europea sobre Colombia es un caso de estudio del nuevo imperialismo parlamentario. Donde antes había cañoneras, hoy hay resoluciones. El Parlamento Europeo actúa como brazo institucional de la reconquista conservadora global. Esta internacional reaccionaria no tolera que los pueblos del Sur elijan su destino. Recurre a todos sus instrumentos para sabotear la autodeterminación. En Colombia, en Bolivia, en Venezuela. La semántica de la “defensa democrática” enmascara la continuidad de un sistema que nunca dejó de ver a América Latina como su colonia.
El lenguaje de los derechos humanos se convierte en código cifrado de la ofensiva imperial. Cada resolución, cada informe, cada discurso es un misil diplomático. La eficacia del dispositivo reside en su capacidad de travestirse de moral. Pero el fondo es siempre el mismo: preservar el orden establecido, garantizar la rentabilidad de las inversiones europeas, frenar cualquier proyecto emancipador. La hipocresía es total, pero también funcional. La resolución sobre Colombia no es un accidente: es la regla de un mundo donde la democracia termina donde comienzan los intereses de las multinacionales. El Parlamento, convertido en tribunal del viejo orden, dicta sentencias sin pruebas contra gobiernos que no se arrodillan. En ese teatro legislativo, el Sur no tiene voz, solo condena…
G.S.
Fuentes:
- Parlamento Europeo, resolución del 12 de septiembre de 2025 sobre la situación en Colombia
- Informes de la ONU sobre la violencia política en Colombia (2025)
- Archivos históricos sobre los vínculos entre paramilitarismo y derecha colombiana
- Declaraciones oficiales del gobierno Petro sobre la estrategia antidrogas
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