Francia Márquez representa sin duda uno de los íconos vivientes de la lucha social en nuestro país, un símbolo de resistencia y esperanza para millones de colombianos. En esta pieza musical de La Muchacha, encontramos una aproximación artística que busca capturar la esencia compleja de una trayectoria política que ha redefinido los códigos del poder en Colombia.
La Muchacha se inscribe dentro de una corriente de artistas colombianos que han recuperado la tradición de la canción de protesta, actualizándola para los debates contemporáneos. «La Igualada» se construye sobre una base rítmica que evoca los cantos de trabajo de las comunidades afrocolombianas del Pacífico, estableciendo desde lo sonoro una conexión directa con el territorio que Francia Márquez ha defendido durante décadas.
Reapropiación de la palabra igualada
El concepto de «igualada» ocupa el centro neurálgico de la propuesta. Tradicionalmente empleado como descalificación clasista y racista en Colombia, la canción opera una inversión semántica radical. Lo que el establecimiento político colombiano utiliza para deslegitimar a quienes osan reclamar espacios de poder se convierte en bandera de identidad y resistencia. Las letras construyen una geografía corporal que es simultáneamente personal y colectiva. «Soy la sangre de mis muertos regada en el territorio» establece una continuidad entre la experiencia individual y la memoria histórica de las comunidades afrocolombianas. La referencia a «las matronas que cortaron cada soga con machete» conecta la figura de Márquez con una tradición de liderazgo femenino afrodiaspórico que trasciende las fronteras nacionales.
Pedagogía de la resistencia
«La Igualada» funciona como dispositivo pedagógico que educa al oyente en los códigos de la resistencia afrocolombiana. La canción evita la trampa del folklorismo, construyendo un sujeto político activo que no solicita compasión sino reconocimiento de su lugar legítimo en la construcción nacional. La estructura repetitiva del estribillo funciona como conjuro político, como invocación de una subjetividad que se materializa en el acto mismo de nombrarse. Esta performatividad conecta con tradiciones ancestrales afroamericanas donde la palabra cantada posee poder transformador de la realidad.
La voz de Francia
La presencia directa de la voz de Francia Márquez, incorporada mediante una alocución, desplaza la canción del terreno del tributo abstracto al de la intervención política concreta. Esa irrupción vocal no ilustra, conduce. Opera como documento y como gesto performativo, sitúa el homenaje en una temporalidad reconocible y afirma que la dignidad nombrada pertenece a una comunidad viva, no a un mito fosilizado. En esa clave, la alocución organiza el montaje sonoro, se vuelve centro de gravedad y pauta la lectura del resto de elementos musicales. La pieza asume que la palabra dicha en primera persona es un acto de soberanía y la convierte en dispositivo de memoria, recordando que la autoridad política de Márquez no proviene del cargo sino de la experiencia histórica que su voz convoca.
De homenaje a programa político
«La Igualada» trasciende su función de homenaje para convertirse en reflexión sobre las posibilidades de transformación política en Colombia. La «igualada» deja de ser descalificación para convertirse en programa político: la democratización radical de los espacios de poder, la inclusión efectiva de los sectores históricamente marginados. La canción nos recuerda que los verdaderos líderes emergen del pueblo y que su poder reside en la capacidad de inspirar y movilizar a la sociedad para construir un futuro mejor. Es un tributo necesario a la fuerza de la mujer negra y a su papel fundamental en la construcción de la nación colombiana.
G.P.
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