Lectura estimada: 9 minutos · Por Gabriel Schwarb · Noviembre 2025
SÍNTESIS INICIAL
En 2 minutos: la inteligencia artificial generativa está eliminando empleos cualificados a un ritmo que vuelve obsoleto cualquier debate fiscal posterior. Este texto demuestra que las cinco mayores tecnológicas generan 1,63 billones de dólares anuales mientras suprimen cientos de miles de puestos, que el Parlamento Europeo rechazó en 2017 la única propuesta seria de fiscalidad robótica, y que Suiza se ha convertido en hub mundial de la automatización sin que exista discusión pública sobre sus implicaciones tributarias. Explica el mecanismo por el cual los gobiernos que no actúan ahora terminarán gravando ruinas. Si solo puedes leer esto, quédate con esto: la ventana política para redistribuir los beneficios de la automatización se cierra; el silencio actual no es prudencia técnica sino elección ideológica.
Las revoluciones industriales anteriores transformaron el trabajo manual durante décadas, permitiendo ajustes graduales en los sistemas fiscales y de protección social. La inteligencia artificial generativa opera en otra escala temporal. En menos de tres años desde la irrupción de ChatGPT, sectores enteros de empleo cualificado han comenzado a contraerse mientras las empresas que despliegan estas tecnologías registran beneficios históricos. La asimetría entre velocidad de destrucción de empleo y capacidad de respuesta política define el problema central de nuestro tiempo.
El desplazamiento ya no es hipotético
Los datos del Banco de la Reserva Federal de San Luis publicados en agosto de 2025 confirman lo que muchos analistas anticipaban. Las ocupaciones con mayor exposición teórica a la inteligencia artificial muestran los incrementos más pronunciados de desempleo desde 2022. El coeficiente de correlación entre adopción real de IA generativa e incremento del paro alcanza 0,57; una cifra que los investigadores califican de “particularmente llamativa” en sectores tecnológicos donde los trabajadores esperaban que la IA aumentara, no reemplazara, sus funciones. Desarrolladores de software, analistas de datos y otros profesionales técnicos descubren que las herramientas de inteligencia artificial aceleran ciertas tareas al precio de reducir la demanda global de empleo.
El patrón contradice las narrativas tranquilizadoras sobre complementariedad entre humanos y máquinas. Un estudio del MIT de 2024 encontró que la adopción de IA provocó una caída del 19% en las ofertas de empleo para tareas cognitivas repetitivas, mientras las vacantes para ingenieros de IA y gestores de producto aumentaban solo un 11%. Por cada puesto creado en el ecosistema de la inteligencia artificial, desaparecen entre dos y tres posiciones de entrada. La Asociación Nacional de Universidades y Empleadores de Estados Unidos reporta una caída del 22% en ofertas de prácticas de empresas del Fortune 500 entre 2022 y 2024; en el sector tecnológico específicamente, la reducción alcanza el 34%.
DATO CLAVE
Microsoft reportó 70.100 millones de dólares en ingresos trimestriales en marzo de 2025, un incremento interanual del 13%, con beneficios netos de 25.800 millones. Desde enero de ese año, la empresa ha despedido a más de 19.000 empleados. El CEO Satya Nadella describió los recortes como “necesarios” para la transformación hacia la inteligencia artificial.
Dario Amodei, director ejecutivo de Anthropic y una de las voces más influyentes del sector, advirtió que la IA podría eliminar la mitad de todos los empleos de entrada en trabajos de oficina dentro de cinco años. Su pronóstico de un desempleo alcanzando entre el 10% y el 20% no proviene de un crítico externo sino del responsable de uno de los modelos de lenguaje más avanzados del mercado. El informe demócrata del Senado estadounidense de octubre de 2025 estima que 100 millones de empleos podrían verse afectados en la próxima década. Mientras tanto, las cinco mayores tecnológicas (Microsoft, Apple, Amazon, Google y Meta) generaron ingresos combinados de 1,63 billones de dólares en su último año fiscal, un 81% más que cinco años antes. Los inversores las recompensaron con 3,5 billones adicionales en capitalización bursátil.
El fracaso europeo de 2017
En febrero de 2017, el Parlamento Europeo votó sobre el informe elaborado por la eurodiputada luxemburguesa Mady Delvaux. El documento proponía, entre otras medidas, establecer requisitos de reporte corporativo sobre la contribución de la robótica y la inteligencia artificial a los resultados económicos de las empresas, con fines de fiscalidad y contribuciones a la seguridad social. La coalición formada por liberales (ALDE), populares (EPP) y conservadores (ECR) rechazó la propuesta. Delvaux expresó su decepción públicamente, señalando que esa alianza se negó a considerar las posibles consecuencias negativas sobre el mercado laboral y desestimó las preocupaciones de los ciudadanos europeos.
“Rechazaron un debate abierto y orientado al futuro, ignorando así las preocupaciones de nuestros ciudadanos.”
– Mady Delvaux –, eurodiputada socialdemócrata, febrero 2017
La Federación Internacional de Robótica celebró el resultado. El comisario europeo Andrus Ansip argumentó que cualquier jurisdicción que implementara una fiscalidad robótica perdería competitividad, ya que las empresas tecnológicas tendrían incentivos para trasladarse a otros territorios. El Informe de Desarrollo Mundial 2019 del Banco Mundial, preparado por Simeon Djankov y Federica Saliola, se opuso formalmente a la idea, argumentando que reduciría la productividad y aumentaría la evasión fiscal de las grandes corporaciones. La lógica circular resulta instructiva; no se puede gravar la automatización porque las empresas huirían, y no se puede permitir que huyan porque generan empleo, aunque ese empleo esté precisamente siendo destruido por la automatización que no se grava.
Corea del Sur y la excepción inútil
El 6 de agosto de 2017, Corea del Sur se convirtió en el primer país en implementar algo parecido a una fiscalidad robótica. La medida, adoptada bajo la administración del presidente Moon Jae-in, no consistía en un impuesto directo sobre los robots sino en una reducción de las deducciones fiscales por inversión en automatización. Las empresas coreanas podían anteriormente deducir entre el 3% y el 7% de su impuesto de sociedades por compras de equipamiento automatizado; la reforma redujo ese beneficio en hasta dos puntos porcentuales. Una intervención tan moderada que apenas merece el nombre de política fiscal.
DATO CLAVE
Corea del Sur tiene la mayor densidad robótica del mundo, con 1.000 robots por cada 10.000 trabajadores humanos, ocho veces el promedio global. Un estudio de Kang y colaboradores publicado en diciembre de 2024 encontró que la reducción del crédito fiscal disminuyó la inversión en automatización e incrementó el empleo, reduciendo además la desigualdad salarial al frenar el crecimiento de los ingresos en la mitad superior de la distribución.
Los resultados coreanos contradicen el argumento habitual de que cualquier fiscalidad sobre la automatización frenaría la innovación hasta niveles catastróficos. El problema es que nadie quiere saberlo. El gobierno coreano anunció recientemente planes para revertir parcialmente la reducción del incentivo fiscal, citando una desaceleración del crecimiento económico. La presión competitiva internacional funciona como mecanismo disciplinario perfecto; incluso el único país que demostró empíricamente que una fiscalidad moderada funciona se prepara para abandonarla. La evidencia importa menos que la fe en el mercado.
Estados Unidos en el impasse
La Ley de Recortes Fiscales y Empleo (TCJA) de diciembre de 2017, la misma fecha aproximada del rechazo europeo y la tímida reforma coreana, redujo el tipo del impuesto de sociedades estadounidense del 35% al 21%. Simultáneamente, incrementó los beneficios fiscales para la compra de equipamiento, incluyendo sistemas de automatización, mediante una ampliación significativa de la depreciación acelerada. La legislación no solo hizo menos atractivo contratar trabajadores humanos; también dificultó que estos encontraran nuevos empleos al eliminar la deducción por gastos de mudanza y la deducción por gastos de formación no reembolsados. En lugar de crear empleo, la reforma fiscal profundizó el sesgo estructural del sistema tributario estadounidense hacia la automatización.
En octubre de 2025, el senador Bernie Sanders propuso formalmente una fiscalidad robótica en un informe del Comité de Salud, Educación, Trabajo y Pensiones del Senado. La propuesta multaría a las empresas que integren inteligencia artificial para “expandir la automatización”, destinando los ingresos a beneficiar a los trabajadores afectados. Sanders confirmó su intención de presentar el proyecto de ley próximamente, señalando que las inversiones masivas de la clase multimillonaria en IA y robótica benefician exclusivamente a esa misma clase. Los expertos fiscales y los representantes de la industria recibieron la propuesta con escepticismo inmediato. Kevin Frazier, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Texas, argumentó que la medida podría tener sentido a corto plazo pero no prepararía a los estadounidenses para el éxito económico a largo plazo. La viabilidad política del proyecto en un Congreso controlado por republicanos tras el One Big Beautiful Bill Act de julio de 2025 resulta, siendo generosos, dudosa.
Suiza, el silencio organizado
La región de Zúrich se promociona como uno de los principales centros de inteligencia artificial de Europa. Google estableció allí su mayor centro de investigación fuera de Estados Unidos. Microsoft, IBM, Apple, OpenAI y Anthropic operan laboratorios de IA o equipos de ingeniería en la zona. ETH Zúrich, clasificada entre las diez mejores universidades del mundo, alimenta una concentración densa de talento, innovación y actividad de startups. El 52% de las organizaciones suizas emplean agentes de IA para automatizar flujos de trabajo, frente al 46% global. El país ocupa el tercer puesto mundial en patentes relacionadas con inteligencia artificial per cápita.
La Federación Empresarial Suiza (economiesuisse) rechazó en 2017 la idea de una fiscalidad robótica, argumentando que la tecnología no debería dirigirse mediante medidas fiscales que disuadirían a los inversores. El informe recomendaba en cambio aumentar las velocidades de internet, reforzar las asociaciones público-privadas y animar a las universidades a invertir más en campos que contribuyan a la economía digital. Xavier Oberson, profesor de derecho fiscal internacional en Ginebra y autor del libro “Taxing Robots”, ha propuesto que los robots deberían cumplir obligaciones fiscales para que el gasto público pueda mantenerse incluso cuando disminuya el pool de renta gravable procedente de trabajadores humanos. Su voz permanece esencialmente aislada en el debate suizo, que en rigor no existe como tal.
Suiza combina así una posición privilegiada como hub de desarrollo de inteligencia artificial, un sistema fiscal que atrae sedes corporativas de multinacionales tecnológicas, y una ausencia completa de discusión pública sobre las implicaciones tributarias de la automatización que esas mismas empresas despliegan globalmente. La contradicción no genera tensión política visible; simplemente no se nombra.
Conclusión
La ventana política para redistribuir los beneficios de la automatización mediante fiscalidad se estrecha con cada trimestre de adopción acelerada de inteligencia artificial. Los sistemas tributarios occidentales gravan el trabajo humano más pesadamente que el capital; cuando el capital sustituye al trabajo, la base imponible se contrae mientras los beneficios corporativos se expanden. El mecanismo es conocido, documentado, cuantificable. La inacción no responde a complejidad técnica insuperable sino a correlación de fuerzas políticas perfectamente ordinaria. Los lobbies tecnológicos derrotaron la propuesta europea en 2017, presionan para revertir la reforma coreana, y descalifican preventivamente cualquier iniciativa estadounidense. Suiza, mientras tanto, perfecciona su silencio.
Una vez que la automatización de empleos cualificados se complete, gravar retroactivamente los beneficios ya distribuidos a accionistas resultará políticamente imposible y económicamente inútil. Los gobiernos que hoy postergan el debate terminarán administrando las consecuencias sociales de decisiones que otros tomaron por ellos. Dentro de diez años, cuando los ministros de finanzas europeos lamenten el hundimiento de sus bases imponibles, convendrá recordar que la información estaba disponible, que las alternativas fueron formuladas, y que se eligió no hacer nada. El silencio también es una política…
G.S.
Fuentes
- Federal Reserve Bank of St. Louis. “Is AI Contributing to Rising Unemployment? Evidence from Occupational Variation”. Agosto 2025
- World Economic Forum. Future of Jobs Report 2025
- Kang, Lee & Quach. “The Welfare Effects of a Robot Tax: Evidence from a Tax Credit for Automation Technologies in Korea”. SSRN, diciembre 2024
- European Parliament. “Robots and Artificial Intelligence: MEPs Call for EU-wide Liability Rules”. Febrero 2017
- U.S. Senate HELP Committee Democratic Staff. “The Big Tech Oligarchs’ War Against Workers”. Octubre 2025
- CNBC. “AI is Already Taking White-Collar Jobs”. Octubre 2025
- Tax Notes. “Robot Tax Proposal Sparks Skepticism Over Its Practicality”. Octubre 2025
- SwissInfo. “Swiss Business Lobby Rejects Idea of Robot Tax”. 2017
- Greater Zurich Area. “Artificial Intelligence in the Greater Zurich Area”. 2025
- Crunchbase. “Tech Layoffs: US Companies With Job Cuts in 2024 and 2025”. Noviembre 2025
- Calcalist Tech. “Profits Are at Record Highs, So Why Are Tech Companies Laying Off So Many Workers?”. Febrero 2024


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